martes, 20 de septiembre de 2011

JUNTO AL FUEGO

        Allá donde se pierde la civilización, donde los pequeños ranchos se diseminan en las faldas de los cerros, donde se come tortilla, se trabaja la tierra con el lomo y los patojos se llenan de lombrices y no tiene oportunidad de estudiar. Allá donde se pierde en el olvido, los pobres de nuestra tierra.
            Allí, junto al fuego, donde las brazas que se enrojecen para dar calor en la choza. Se entonan con los soplidos de una mujer que de rodillas, hace que el humo se esconda para que las llamas salten con pequeñas chispas para activar el fuego. La vasija de barro empieza hervir con el brebaje de ocote, ramas de canela y otras hierbas, cuya esencia inunda el cuartucho. En el fondo se escucha la tosesita de un niño, que entrecortada con  llanto, un llanto, casi sin ganas, que surge de un montón de chamarras sobre el tapezco, en el interior del rancho de lepa y parches de cartón.
            Un niño famélico, desnutrido, que se debate con la fatiga, el acesido y accesos de tos. Llora su angustia.
--- Julián, el niño arde en calentura. —indica la madre mientras intenta darle la medicina.
--- será que mejor lo llevamos a puesto de salud. ---
--- Hay mujer, mejor esperamos que amanezca, además allí atienden hasta las 8 de la mañana. ---
--- El niño esta mal vos, mejor levantate y le haces yemas pa´ llevarlo.
            No muy de buena gana el padre se levanta, los truenos y la pertinaz lluvia se ha detenido, lluvia que rompió el silencia toda la noche hasta la madrugada. La madre, toma al pequeño envolviéndolo en una sábana de pitas, colocándole un trozo de nylon por encima. Y se lo pone a tuto al padre. 
            Detenido en la puerta Julián, se santigua, pidiendo la bendición del altísimo se hace al viaje. Los relámpagos se dejan ver en el horizonte y procuran iluminar la vereda cuesta abajo del cerrito, la serpentina que desciende a través de los encinos, que aun se sacuden en gotas, el trayecto es todo un resbaladero, que juega con el resbaloso lodo  de la caminata. Julián se recorre a diario el trazo, ahora con el peso del niño, lo hace trastrabillar, sosteniéndose de la maleza que crece a los lados de los hermosos árboles.
--- De veras que te sale la calentura vos, hasta me queman la espalda.---
            El niño tose a más no poder, mientras el trote del padre lo hamaquea cuando acelera el paso, apara poder alcanzar el camino de terraceria que los lleva a la entrada de la aldea.
            Dos horas han pasado y los gallos han iniciado la cantaleta para anunciar el principio de la mañana, el sol aun se despereza para asomarse en medio de los nubarrones gris oscuro sobre la montaña.
            La mañana pinta fría y los charcos del camino salpican el paso de los transeúntes, sobre las primeras covachas que se observan en las orillas del riachuelo que enseñan el puentecito de la entrada al pueblo. Las columnas de humo que apenas se ve aparecer, el humo de las que tortean temprano, el viaje se ha hecho eterno y el cansancio se ha hecho evidente después de los 30 minutos de travesía.
--- Aguantate patojo…. Que ya vamos a llegar.---
            Transita por las callecitas, hasta llegar al campo de pelota, el cual atraviesa de punta a punta, llega a los linderos donde esta la iglesia y mas allá el puesto de salud.
            Sentados en la puerta de la entrada, varias personas ya hacen cola bajo la cornisa, las bancas todas húmedas se la que sirve de sala de espera. Acurrucados los asistentes envueltos en herrajes multicolores se agazapan en la puerta, para agarrar el primer turno, algunos tomando un trago de café, o comiéndose un tamal de hoja verde y salsa colorada de chile. El hombre se para con el niño en brazos, se hace de empujones ante la multitud que le franquea el paso
--- Y el doctor …. es una emergencia! –
--- Toque la puerta a lo mejor le seño enfermera le atiende. --- respondió uno de los presentes, sin siquiera levantarse.
            Asomándose en el perfil de la puerta, con el pelo alborotado y aun mostrando los resabios del sueño, la enfermera le pregunta, mientras se restriega los ojos para despegar las pestañas.
-- Que pasa?---
-- Traigo una emergencia seño, mi niño esta grave.---
--- Véngase pa dentro, voy a llamar al doctor --- mientras tanto --- Haber que es lo que tiene el niño…. Póngalo en la mesa y me lo destapa todo ---
            El esquelético güiro, en posición fetal se medio estira gimiendo, con franca dificultad para resollar.
--- Desde cuando está así…..
--- Hace unos días, seño, pero anoche se agravó ---
--- Haber déjemelo aquí, le voy a bajar la calentura, mientras viene el dóctor ---
            En el fondo de la sala aparece el galeno, con su uniforme celeste, con una chumpa color café, entra en la clínica y cierra la puerta. El padre sale después a hurtadillas como si fuera ladrón, después de haber recibido el sermón de la mañana.
            Varios días después, con el sombrero de paja cubriéndole la cara y recostado en una de las paredes del salón. Julián se adormece, envolviéndose en las chamarras, el nylon le sirve de alfombra para mitigar el frío del piso, junto a él un tecomate de agua, unas cuantas hojas de tuza. La barba crecida al tiempo, le hace estorbo y el vaho del olor a sudor lo aíslan, con el pensamiento y la esperanza de ver a su hijo se hacen remotas.
            Los celajes y la penumbra de la tarde, se han hecho presentes, las aves revolotean en los alrededores ya en búsqueda de sus nidos. La actividad del servicio de salud se ha quedado en silencio. Un leve viento circula por el lugar, como presagiando una noche fría, con matices de soledad.
            El hombre se sacude con el sombrero, para alejar los bichos que chupan la sangre, que vuelan haciéndole piquetazos en las orejas. Se incorpora, luego se mueve para acomodarse en una de las bancas y se acuesta junto a la ventana. Luego de un rato:
--- Apá, Apá. Despierte --- le niño le dice del otro lado de la ventana
            Se acomoda y se voltea para encarar la ventana, para escuchar mejor.
--- Apá, Apá --- insiste el niño --- despierte ya me voy ---
            En un momento se incorpora, incrédulo, y se queda observando al interior de la clínica.
--- Mijo que pasó, ya esta bueno mi niño ---
--- Papá, me llevan, si me llevan, al hospital grande ---
--- Pero mijo, como es que te llevan ---
--- Si papá, aquí ya no pueden hacer mas por mi --- insiste --- A donde voy, estaré mejor…---
--- Papá… dile a mi mamá, que le mando un beso, estaré siempre con ella ---
            El padre se incorpora y somatando la puerta del puesto.
--- Señoooo… --- Ábrame la puerta por favor, para donde es que se llevan a mijo --- insiste --- Ábrame la puerta por Dios….. ---
            Ya con la angustia, empuja la puerta, la hace sonar con los puños. Julián se enardece y empuja el portón, al no recibir respuesta, grita, forcejea y da empellones hasta que la puerta cede y se abre. Entra al salón en búsqueda del personal.
--- Señooo…. Doctor … a donde es que se llevan a mi hijo ---
            Al fondo, por detrás de la otra entrada, se deja escuchar.
--- Adiós papá, siempre No me olviden. ---
            Al final del pequeño corredor, justo donde termina el pórtico posterior del edificio, el niño, con su famélico cuerpecito camina levantando la mano, se despide agitándola, mientras una brillante luz lo envuelve, junto a él, un ángel de blancas alas, le toma de la mano y lo guía hasta desaparecer en el infinito.