miércoles, 12 de octubre de 2011

14. ENCUENTRO



Deambulaba por la callecita empedrada, húmeda del sereno, mientras la penumbra de la tarde se matizaba con las pinceladas anaranjadas de los celajes. Metí mis manos entre las bolsas para disimular lo frío del ambiente. Alcancé hasta donde desemboca la avenida, en el parquecito solitario, los sauces cadenciosos se mecía al ritmo del gélido viento del norte, los clarineros graznaban insistentemente mientras se acomodaban en las ramas mas altas para pasar la noche.
          La primera banca que se me puso al frente, me invitó a desplomar mi cansado cuerpo, me acomodé las solapas del saco a manera que me cubrieran le cuello, mientras entraba en el sopor de la meditación y del sueño. Las chicharras hicieron su aparición, mientras la plateada luna hacía su debut en el escenario de la noche. El susurro de las ramas que se recostaban las unas sobre las otras, interrumpían el silencio, los faroles de las esquinas se había hecho a la luz.
          Saqué un cigarrillo, lo puse en mi boca, mientras este temblaba, escarbe entre la bolsa del pantalón unos cerillos para dar lumbre. Di varias bocanadas, cruce mi pierna y me acomodé, en ese instante percibí un exquisito olor a perfume sencillo,  ala vez que unas cálidas manos cubrieron mis ojos, instintivamente solté el cigarrillo y recorrí con mis dedos el dorso de esas lindas manos que me acariciaban.
--- Sorpresa….., sabía que vendrías---dijo ella
---Si… como todas las tardes, en espera de tu presencia---
---Sabes, he meditado lo que charlamos la última vez.---
---Dime que es lo que has pensado--- indique mientras halaba el brazo y la acercaba hacia mi.
          Sentí lo suave de su piel en mi mejilla y el chasquido de un beso inocente me estremeció el espíritu, tus dedos acariciaron mis cabellos y la fantasía de los cuentos de hadas se confundió con la realidad de la vida. La glorieta del parque se tornó tímida del amor que rondaba a los alrededores.
---Tu has cambiado mi vida…, jamás pensé, haber encontrado alguien como tu.---
---Estella……. si, esto ha sido maravilloso, desde el primer instante que te vi, me he sentido atraído hacia ti, como que estuviésemos hechos el uno para el otro.---
--- Voy a dejar mi casa, y espero que tú me cuides……..---
---TU sabes que es lo que mas deseo, vivir contigo, vivir nuestro loco amor…. ---
---Bien Armando….., esto es todo lo que tengo y todo lo que soy…. ---
          Me puse de pie y te vi de frente, alborote tu cabellera con mi mano y te invite a estremecerme en un beso, que duró la respiración de ambos. Sellamos nuestro compromiso y como los adolescentes que éramos y tomados de la mano desaparecimos en la oscuridad de la boca calle…
          Llegué a la casa, abrí con algo de dificultad el portón donde el perro me saludo efusivamente saltando sobre mi pecho, las luces estaban apagadas y en esa oscuridad apenas alcanzaba a ver la entrada del cuarto….estaba abierto, a tientas logre tomar la pita que colgaba en medio de la habitación y encendí el bombillo, todo era un relajo, en la mesa se encontraba un plato, un trozo de pan y unas cuantas cucarachas que corrían despavoridas a la presencia de la luz. Más allá una valija entreabierta, trapos y  ropas se desparramaban por el suelo.
          Me acerqué hasta la estufa de gas, que permanecía apagada, una olla de café a medio llenar, permanecía frío e inmutable. En la cama encontré, unas cartas amarradas y otros papeles, Las sábanas desordenadas y la almohada doblada en dos, el cuadro de San Miguel Arcángel, prendido apenas y torcido.
          Hale una silla y me senté, estaba confundido, que había sucedido, traté de ordenar mis pensamientos, pero fue en vano. Se había ido, me había abandonado, después de tanto esfuerzo y vanos intentos de resolver nuestras diferencias, me había dejado. Tomé mi cabeza entre las manos y traté de ocultar las lágrimas que brotaban de mis ojos:
--- ¡NOOOO….!---grité, somatando con el puño la orilla de la mesa.---

          Allí estaba una vez mas, sentado en el parque, adormitando y esperándote, como todos los días, ese maldito hábito de querer, me hacía volver al principio. En ese instante percibí de nuevo ese exquisito olor a perfume sencillo,  y de nuevo unas cálidas manos cubrieron mis ojos, hice cuanto podía por resistir y  recorrí con mis dedos el dorso de esas lindas manos que me acariciaban.
--- Una vez más estás aquí…….. sabía que vendrías---dijo ella
---Si… como todas las tardes, para darme una explicación de tu conducta---
---Sabes, he dudado en venir, pero necesito darte una explicación y que me perdones por lo pasado---
--- Dime el porque te fuiste.---
--- Mis padres se enteraron donde estaba y me obligaron a dejarte, y me enviaron a casa de mi abuela lejos de aquí. No pude darte ni un aviso y me cerraron toda oportunidad de comunicación contigo ---
--- He sufrido mucho todo este tiempo, sin saber de ti, con el temor de que me hubieses olvidado.---
---Para nada Armando, menos ahora….--- Pero ahora estoy dispuesta a jugármelas contigo, mi amor.
---Sigues pensando en lo mismo después de un año que me abandonaste.---
---Si Armando quiero volver contigo, Tu hija y yo te necesitamos.---
--- ¡AAAhhhhhhhhh!......... mi hija……---

















jueves, 6 de octubre de 2011

DESPEDIDA.

          Pensaba incesantemente en ti, el viaje había sido largo y monótono pero el destino estaba cerca, los verdes campos se habían teñido de blanco con las primeras nevadas. Caminé desde la carretera hasta posarme en la puerta de la casa, la cabaña de madera que siempre me hacia recordar los tiempos aquellos, esa aventuras juveniles que llegaban a mi memoria cuando te conocí. Y allí estabas linda como siempre, luciendo un sweater de lana cuello alto pegado a tu cuerpo que daba realce a tu figura atrevida, me hiciste penetrar a lo acogedor de la habitación. El ambiente de fiesta navideña se hacia encender con la chimenea, en una butaca de cuero te recostaste coquetamente, mientras me tomabas de la mano, me atrajiste; me senté en la alfombra a tus pies, ocultando mis manos alrededor de tus piernas y me recosté en tu regazo. Que fantasía aquella, después de tanto tiempo de ausencia, me reconfortaba. En la mesa de centro, bellamente decoradas se hacían indicios un par de copas de vino, caminamos hasta allí, era el tiempo del brindis.

---Salud por nosotros--- dije en voz baja. Mientras tú disimulabas una sonrisa acompañado con una lagrima juguetona.

---Por no…sotros.---respondiste pausadamente, como quien no lo quería creer.

Luego te acercaste a mí mientras acariciabas mis cabellos, yo te rodee con mis brazos, buscando con mi frente mezclarme con tu pelo, ronroneando en tu oído, en busca de ese sortilegio de mujer de piel calida y suave; te vi, alborotar tu pelo mientras sacabas el sweater sobre tu cabeza, pero yo no quería dejarte, te apreté contra mi pecho como ahogándome en el consuelo de tenerte tan cerca una vez mas, me arrullabas con tu aroma y con el tarareo de aquella canción que alguna vez fue la nuestra.

          Fuimos parcos en el hablar, tu mirada se cruzaba con la mía como creando o quizás reconstruyendo un pasado que fue hermoso y que la distancia había disuelto así como  otras ensoñadoras ilusiones. Charlamos, mentiras o no, eran el hilo de una fantasía maravillosa que nos llevaba a lo mas alto de nuestras vidas, tanto te conocía que en ocasiones, como que adivinaba tus palabras, pero así, así tomados de las manos habíamos jurado amarnos perdurablemente un tiempo atrás, y esas promesas habían salido como viento para unirnos nuevamente.

          La tarde circulaba en ráfagas del viento helado que silbaba en los rincones de la casa, esa estampa de una pareja de enamorados se había detenido en el tiempo, tras una inmensa proclamación de un te amo, matizado de abrazos y besos que implementaban el juego del amor. Y el momento del olvido se pasaba por las mentes, al reflejo de las llamas inclinaban el espíritu ardiente de una caricia que se recorría por las curvas de tu cuerpo, el suave roce de tu piel junto a la MIA, que se hacia vehemente con la magia de quien descubre un tesoro por largo tiempo escondido.

La cera de las candelas que sudaban alrededor se cristalizaba, sostenidas en el aire, mientas la luz de la vela reflejaba en lo blanco de tu piel, ese exquisito cuerpo, incitando al amor, que se hacia tierno y fugaz entre mis brazos,  no se mis besos implacables se anidaron hasta en las sombras, mis manos se entrelazaron con tus cabellos y tu corazón palpito al unísono con el mío. Toda tu, tu rostro, tu cuerpo, tus pechos, piernas y caderas era la culminación de una palabra que iba mas allá de lo que es belleza, encantos sublimados, en tus adentros.

Hicimos que el portal del amor fuera indeleble, que la agonía de un suspiro fuera mas, que un te amo, el choque de las olas reconfortaron la tranquilidad de las aguas profundas. Fuimos uno solo, una promesa, una fusión del alma y cuerpo; Tú y yo como una quimera de arrebatos incandescentes de ser el uno del otro. La noche insistió en la calma, el viento helado que corría como asustado se escondía bajo la rendija de la puerta, mientras el reposo del ego, saboreaban las mieles de Amor.

          Pasaste frente a mi, tu cabello aun mojado, se recostaba placidamente sobre tu hombro, desbordando hasta tus caderas, las gotas como de rocío circundaban lo blanco de tu piel y se detenía inclementes en el borde de la toalla que rodeaba tu hermoso cuerpo, me quede sin habla, el rosa carmesí de tus mejillas que resplandecías con los rayos del sol se extraviaban entre mis sentimientos, tus ojos, color café con esa ingenuidad que te exterioriza me capturaron, llevando el sentimiento a lo mas alto de mi ser  cuando con tus manos tocaste suavemente las mías, con fuerza como queriendo decir, no te vayas, me acerque y deposite un beso en tus labios ardientes, ese aroma a mujer bonita me hizo estremecer, cuando sentí tu cuerpo frente al mío. La toalla cayó por los suelo, descubriendo lo maravilloso de tu cuerpo, recorrí con los dedos de mi mano hasta tu vientre, fino delgado, que hacia entorno con lo exquisito bikini que se coquetamente se suspendía el la cima de las curvas de tus caderas. Te note agitada, y con el asomo de unas lágrimas, que rodaron inclemente hasta el encuentro con mi cuerpo. Era la hora, debería de partir, todo este tiempo había sido un sueño, una ilusión.

          Te acercaste a la ventana, me diste la espalda un corte escultural que terminaba  en el claro oscuro de mis pensamientos, levantaste la mano, y agitando los dedos te despediste, mientras tratabas de ocultar el llanto que te provocaba mi partida. Si me llevo tu corazón y te dejo mi espíritu. Era un decirte Adiós, tal vez para siempre.