martes, 29 de noviembre de 2011

48. LA COMUNION

          Era apenas un chico de cinco años, vivaracho, chispudo, que aun en su corta edad ya asistía ala escuela, la que le dicen kinder; era regordete y largos canelones que le caían sobre las orejas, su pantalón corto que tenía ojos, bigotes de conejo en el pecho y dos orejas que le servían de tirantes le sostenía a través de dos botones rojos en la parte posterior de la cintura. Era su tacuche de su primer día de clase y el necio dominguero.

          Era domingo se levantó de mañana y se metió a la cocina donde agarró un pocillo de peltre, se sirvió un poco de leche y junto a un mollete de a len, desayunó se dio por satisfecho; tomó su gorra de béisbol de los yankis de Nueva York, con un poco de saliva que untó en la esquina del pañuelo se limpió los labios y luego se dirigió dos cuadras arriba a la iglesia del pueblo.

La misa había empezado, las bancas abarrotadas como de costumbre, albergaban a jóvenes, viejos, señoras santulonas, muchachas, y toda clase de gente; por allá una señora con sendo perraje que cargaba a un niñito, con gorrita de tela típica que lloraba como afligido, quizás por tanta gente, a veces las aglomeraciones desesperaban a cualquiera las candelas y las veladoras que nadaban entre la cera, se escurrían en columnas de humo que se dirigían hacia el techo de la capilla, cúpula gigantesca sostenída en su arquitectura por cuatro ángeles, que prendidos de las columnas se hacían perezosos en su que hacer.

El niño se sentó en una de las primeras filas, junto a las viejitas de manto negro que les rebalsaba hasta la cintura, que al voltearlas a ver, solo mostraba la punta de la nariz, dos manos arrugadas y un rosario que corría entre los dedos como una carrera de pelotitas.

Era de tradición que el sacerdote se colocaba de espaldas al público y que todo lo que balbuceaba, no se le entendía, parece que en latín se echaba la rezada, junto a él un par de acólitos que le sostenían unas mantas blancas, una campana, y a veces le cargaban el incensario. Así como en una coreografía, los asistentes realizaban un simulacro de lo que el cura hacía, se incaba , se incaban; se ponía de pie y gritaba una palabras, le contestaban de pie los feligreses.

-- ORATE FRATES – gritó abriendo sus brazos en cruz.

-- SURSUN CORDA—contestaron los presentes.

Entonces el jovencito, convencido que todo el mundo pasaba a hacer sabe que, al frente del altar, tomó la decisión de hacerlo, dejó su gorra sobre el asiento de la banca y con mucha valentía se acercó a enfrentarse a algo desconocido. La espera fue un poco desesperada, había una fila de sujetos frente a él, en fin había que ver que ere lo que hacían, el padre pasó frente a ellos, se incaron, se santiguaron, dieron vuelta y se retiraron. Pero el niño, no alcanzó a ver que había sucedido, echo un paso para adelante y recostó sus manitas sobre la baranda del reclinatorio principal, el cura venía por su derecho con algo brillante en la mano, una copa, alguien le sostenía un plato delante. Y repetía incesantemente una letanía que no se alcanzaba a oír.

          Se paró frente al chico, lo miró a través de la parte inferior de sus gafas, se agachó y le dijo:

-- ¡ Ya hicisteis tu primera comunión ¡ --

-- Si…, si padre. – Respondió, con aquella candidez, que solo un niño puede decir.

          Bien, lo mejor es que no entendía que era Primera Comunión, ni cuanto allí, se hacía, la intención era saber que pasaba y la experiencia había sido buena, un panecito plano de color blanco le había depositado en su boca y eso le hacía feliz; luego retornó hasta el lugar donde se había sentado, para terminar la misa.

Se encontraba realmente feliz, había, investigado y había averiguado algo nuevo, y además le habían dejado participar, corrió sin para hacia la avenida, si detenerse hasta llegar al 101ª, se encaramó por los adornos de metal de la puerta y levantó el aldabón dos veces, al cabo de un segundo le abrieron la puerta. Allí se encontraba con una sonrisa que no le alcazaba de dibujar en su cara y con ambas manitas metidas en sus bolsillos.

-- ¿ Donde andabas ..? – le dijo su madre.

-- Hoy es domingo y me fui a misa.—

--  Que bueno y que mas me cuentas.—

--  Pues ……no sé, me fui al frente del altar …. Y me dieron una pastilla blanca…!.

-- Como fue eso, te dieron una hostia y comulgaste  ……!   -- ¡ Por Dios bendito, pero si tu no has hecho la primera comunión.! –

-- Y el padre me preguntó eso…., y yo le dije que si, puchis ya estaba allí, y si le digo No a lo mejor no me la dá.—

          Sentado en la mesa, la madre comenta:-- No se si preguntarle al señor cura que debo de hacer – dirigiéndose al padre – No mirás pues lo que hizo por la mañana este niño, se fue a la misa a Candelaria, y no me lo vas a cree, Comulgó el patojo, Comulgó como lo oís.

-- Hay Chabelita, que de mala tiene que ver con eso, solo mirale la cara de angelito que tiene tu hijo.—

En efecto el niño mostraba su felicidad, y se sentía realizado, dentro de su corazón que le palpitaba bastante a prisa, guardaba algo. Guardaba a su Jesusito, el que le habían dado en forma de hostia.—
 






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