martes, 29 de noviembre de 2011

50. JUGABAMOS

Jugábamos...., Jugábamos con la sotana y la estola, como los acólitos improvisados de la parroquia, acurrucados detrás del altar, compartíamos después de ofrecida la misa con el sobrante del vino de consagrar.

          Puros patojos, que entumecidos después de dos sorbos, reíamos a mas no poder, corriendo en zigzag, a los ancho y largo de la sacristía, mientras Miguel, el sacristán, nos perseguía por entre las bancas de la iglesia, me encaramaba al púlpito, con el objeto de esconderme, pero aun allí, me encontraba, me encontraba escabulléndome hasta la puerta de la sacristía cuando caí estrepitosamente a los pies del padre Meme.

--- Con que esas tenemos --- vociferó, mientras colocaba sus manos a los lados de su rolliza cintura, recorriendo con sus pulgares el cordón de los votos.

--- ¡ Ajá !, ustedes se toman el vino, que se queda en la garrafa. --- Y me tomó de la oreja derecha y me hizo levantado del piso.

--- Yo....--- respondí, pero inmediatamente y después de haber soltado un eructo, irrumpí con una estrepitosa carcajada --- Yo..., Nosotros...,ja, ja, ja... Alirio, ja,ja, ja, probamos haber si sabía a sangre, a la sangre de Jesús.---

          El padre Manuel, después de soltarme, se nos quedó mirando, de esas miradas amenazantes de enojo, sin embargo una sutil sonrisa se dibujó socarronamente.

--- Patojos. – dijo, mientras movía su cabeza de izquierda a derecha, en señal de desaprobación.--- como se les ocurre... la sangre de Jesús, está bien, entiendo la curiosidad.---

          Ni bien había terminado el sermón, Alirio y yo, emprendimos veloz carrera, la que terminó en el atrio del Calvario. La cabeza me daba vueltas, me tapaba un ojo, pues miraba doble y no se diga un extraño revoloteo me insinuaba en el estómago....



          El padre, siempre se encontraba dispuesto a lavarnos el coco, a mi y al resto de los patojos que asistíamos a ayudar a los servicios religiosos, como aquello de que...

--- Miren muchis, que tal si Jesús les tiende la mano y les llama para que le sirvan en el sacerdocio.---

--- Hay padre y eso no le tiene que gustar a uno, pues.---

--- Claro, pero lo que sucede es que uno debe de permanecer atento al llamado del señor y saber escuchar, en fin el llamado de Cristo llega,  te ilumina el entendimiento y se acepta como tal, vocación patojos, vocación.---

--- otra cosa padre y si uno se hace cura ya no se puede uno casar, verdad?,--

--- Eso es parte de los sacrificios que se deben de hacer mediante el sacerdocio, hacer el bien, ayudar al prójimo y tantas cosas.---

--- Mire padre, y cuando usted era joven que, no le gustaban las patojas y saz, se metió al seminario, porque no le hacían caso.---

--- Hay Chusito, que ocurrencias las tuyas.---

          Por supuesto no muy convencidos, continuábamos parloteando por los caminos que nos llevaban a las vegas del río. No faltaba alguien que se metía a los sembradíos a peinarse unas sandías que servían para el almuerzo. El padre Manuel acarreaba en su morral, unos cuantos panes con frijoles que siempre estaban dispuestos a compartir con sus acompañantes.

--- que tal, le gustó la sandía, padre.  A que no se imaginaba usted que en verdad, el Otoniel se las hue..., perdón, las recogió en el terrenito de al lado.---

--- Pecadito Padre, pecadito, ja se comió una sandía robada.---

--- Vengan para acá, ishchocos malcriados, con que se robaron las sandías, haber hínquense a aquí, hay que pedirle perdón a Dios... jamás vuelvan a hacer eso, oyeron.---

--- Pero dígame si no, estaban ricas, verdad?---

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