martes, 17 de mayo de 2011

3 CHICHO

                                                       
          El sol se ocultaba por el poniente y los celajes le daban una imagen de tonos rojos y naranjas, en el escenario de la campiña Española; las tropas del Emir Hassan, efectuaban sus alabanzas al Dios Alá haciendo sus reverencias de rodillas, mientras lanzaban sus cánticos al viento en señal de obediencia y de fé. En esa época el Islam había hecho grandes campañas, tarea la expansión de su pueblo, su raza y sus costumbres, a través de la guerra. La conquista llevada a cabo utilizando el Estrecho de Gibraltar, como trampolín; paso frágil usado por los Arabes para dominar Europa Medieval.

Los territorios españoles conquistados, habían sido arrasados por las tropas de los Sarracenos, que a su paso habían dejado muerte y desolación. Las mujeres locales habían sido raptadas, violadas y muchas de ellas pasadas por las armas por no someterse a los conquistadores. Así transcurrió el tiempo y pasaron los meses y los años, las construcciones, las fortificaciones y las viviendas construidas al paso de los tiempos, habían ya asimilado la esencia del arte arábigo, aprendiendo a fincar Mezquitas, con cúpulas redondas terminadas en punta y la llamada transculturización había pasado a través del vientre de las doncellas del lugar, como extensión y herencia de la Meca en la Península Ibérica. Estos lugares fundados veinte años después de la invasión, se había convertido en piedra angular de los Arabes, en el territorio conquistado. La soldadesca venida del Golfo Pérsico y de la Ciudad de Mediná; habrían procreado su descendencia en ese lugar, radicado en la campiña del sur de España, por lo que tanto los hijos de esta tierra, con sangre Arabe, era la fusión de dos sangres bravías y aventureras y así nacieron varios poblados de mestizaje producto de ambas culturas.

Allá por los finales del siglo XV, la euforia provocada por los descubrimientos de las Indias, por el Navegante Genovés Don Cristóbal Colón, había marcado un inusitado entusiasmo en los habitantes de la península, cuyas raíces aventureras, les impulsaban a experimentar lo desconocido, el viaje a las tierras del mas allá de los mares; La que se denominó la Nueva España, como se conoció de principio; la Gran Colombia o lo que se hizo llamar posteriormente por alguna razón no bien definida LAS AMERICAS.

Grandes expediciones de guerreros y conquistadores, se habían producido, por ansias de poder, por riquezas o simplemente por novedad, ese espíritu indómito que tentaba por la aventura, que se veía estimulado por los relatos triados por las tripulaciones de cada barco a carabela que regresaba del nuevo mundo, cargadas con tesoros, aves plantas exóticas, sobre todo ORO, e Indios.

Durante varios años fue el trajín diario de los puertos Españoles y aún veinte años mas tarde, era el pan diario, de grupos de ventureros que se acercaban al Puerto de Palos, lugar especial donde se originaban la gran mayoría de la expediciones al nuevo mundo.

En la fonda de Don Pepe, la mas famosa del puerto, punto de reunión de marinos, grumetes y Capitanes de Barco, ese lugar era de todos conocido que quien quería hacer contactos para viajar debería llegar allí; un grupo de jóvenes, proveniente de uno de estos lugares de la campiña Española, se encontraba celebrando con vino de la comarca, el inicio de una aventura fuera de su lugar de origen y en busca de apoyo para hacerse a la mar; se dedicaban a cantar alegremente, con el fin de dar rienda suelta a toda su euforia y con la mente hecha historia y fantasía, como quien se lanza a lo desconocido en busca de la Libertad. Era fácil decir que los jóvenes no eran del lugar.

La Fonda famosa por sus riñas tumultuarias, la buena comida y bebida, era el punto, sitio predilecto de Mercaderes y Contra maestres, que viajaban a los reinos de ultramar; un lugar de contacto, allí se celebraban trueque y negocios por demás interesantes, y como lo mencioné se reclutaban hombre que se aventuraran a la mar, aun sin experiencia. Y por supuesto nunca faltaban las desaveniencias, que luego se tornaban en riñas y luego en batallas campales, que en ocasiones convulsionaban al puerto, con cauda que iba desde golpeados heridos y hasta muertos.

Ese día los jóvenes pueblerinos había hecho algunos intentos de solicitar trabajo en los barcos anclados en el puerto  pero sin tener éxito, por lo cansados de las peripecias del día se habían refugiado en la taberna con la esperanza de hacer allí algunos contactos y tener mejor oportunidad.

-- Coño, como podéis pensar que este grupo de mozalbetes, campechanos puedan hacerse a la mar, ¡ pucha eso es solo para lobos de Mar ! -- comentaban los parroquianos, mientras se burlaban de los jóvenes.

-- Maldita sea, Gachupines, a la Porra -- se atrevían a contestar, cuando se daban por aludidos.

-- Oye Mocoso, quitaos los calzones cortos, vales, Ja,Ja,Ja.- insistían los mas agresivos.

Y se tornó entre piropos e indirectas, un discusión cada vez mas gruesa y violenta; uno de los jóvenes tomó un de los tarros de cerveza y lo lanzó al grupo de parroquianos con quienes discutía, la arenga se hizo inevitable y la riña se hizo presente, volaron mesas, bancos, tarros y taburetes que partían en pedazos, era tal es escandalo que por el lado de fuera se escuchaban los golpes y gemidos de los participantes que salían expulsados por las ventanas a la calle. El sonido de un cristal quebrado con violencia y de una cabeza rota era el corolario de la función.

-- ¡  Los soldados del Rey ! -- gritaban, mientras uno a uno abandonaba precipitadamente el lugar.

Debido al escándalo perpetrado a raíz del altercado, un piquete de carabineros del puerto, penetraron a la taberna, atropellando para instaurar el orden, muchos de los presentes y participantes activos escaparon, mientras que dos de los jóvenes fuereños envueltos en la reyerta, fueron tomados presos como presuntos iniciadores del problema y llevados en calidad de detenidos a la guarnición de la capitanía del puerto.



EL NAUFRAGIO

El convento de Altamira, prendida de un risco, mostraba su señorío y grandiosidad que permanecía silencioso en los anales del tiempo, el monumento histórico era cede de la Orden de Santo Domingo de Guzmán, religiosos que guardaban en sus capillas las imágenes mas bellas esculpidas por los artesanos de la época.

Este convento fue erigido 1 siglo antes y su magna construcción recordaba las cruzadas, era casi un castillo Medieval, con una nave central y múltiples capillas laterales, varios niveles, salones, cámaras, túneles oscuros y fríos que comunicaban entre si con las catacumbas, los calabozos y las celdas de los monjes. La capilla mayor era una gigantesca sala de exposición de pinturas murales en la que se representaba la vida y milagros de Cristo, y el suplicio de los mártires.

La capilla solo disimulada por la penumbra producida por cientos de candelas a medio quemar, dispersaba por todos los rincones el característico olor a incienso, que simulaba como una alta caverna matizada con humedad y abandono; en uno de los rincones, colgado en el frontispicio de la entrada del altar mayor, había una hermosa imagen de Cristo Crucificado   de enorme belleza, el cual se había designado por el Superior de la Abadía, para ser enviado al Convento de Santo Domingo de Guzmán que se había fundado en la Capitanía General de la Ciudad de Santiago de los Caballeros de Goatemala. Ya la conquista religiosa en los reinos de Ultramar se encontraba en proceso y los religiosos por orden del Reino y de la Santa Sede, había organizado varias expediciones al nuevo mundo con la misión de catequizar.

El viaje planificado por los religiosos, tenía por objeto trasladar a Goatemala un grupo de misioneros y varias imágenes entre las cuales se incluía El Cristo Crucificado.

La falta de un grumete para asistente de la cocina hizo que en búsqueda de un cuasi aventurero en las cárceles locales dieran al trasto con uno de los jóvenes prisioneros dispuesto al peligro y a la mala paga, se enrolara en esta expedición, CHICHO y como él decía de Mediná del Campo, era su gracia.

Transcurrió el viaje sin mayores novedades, navegando casi a ciegas y con muchas esperanzas de alcanzar las costas de la América Indiana, los religiosos dedicados a sus menesteres de cánticos y rezos, casi no se inmutaban de las actividades de la navegación. Cierto día el mar se puso bravo, el cielo en respuesta se oscureció y se soltó en lluvia, las grandes olas que se producían bamboleaban la carabela, que se recostaba a ambos lados, mostrando su debilidad ante la fuerza de la naturaleza.

El barco sufría los embates de un tormenta; el mástil mayor se desprendió de un cuajo, acompañado del estrépito de los truenos, cayó pesadamente sobre la cubierta, las velas se había transformado en chirajos; todo crujía y se movilizaba; en el interior de la nave, los monjes presos del pánico, se santiguaban constantemente, clamando a Dios por sus vidas, otros hincados rezaban con sus rosarios en las manos, suplicando se les permitiera llegar a su destino y cumplir con su cometido. Era tal la fuerza de las aguas que el barco se inclinó a su derecha y las bodegas se empezaron a llenar de agua, los barriles que allí permanecía con cereal en su interior flotaban por la cubierta y se destrozaban entre sí, al choque de las grandes olas, era inevitable el barco se iba a pique, los monjes se refugiaron en uno de los camarotes, mientras parte de la tripulación decidió saltar por la borda.

-- ¡ PADRE NUESTRO QUE ESTAS EN LOS CIELOS.....-- se dejó escuchar por última vez desde el interior, mientras la nave se inclinaba y se hundía.

La mañana siguiente pequeñas olas golpeaba una playa y sobre las rocas bañadas por el radiante sol, se encontraba pedazos de madera, que se incrustaban en la arena, mas allá una mástil roto con vela raída descansaba junto a unas cocoteros, que se saludaban y mecían en reverencia al viento que soplaba del mar.

Un cuerpo recostado en sobre un tablón flotaba a la deriva, su espalda morena se había alpicado de agua salada y de arena blanca mientras se calcinaba bajo los efectos del

Astro Rey; poco a poco se fue acercando a la playa, hasta que una ola lo depositó en tierra.

-- Cof, Cof -- emitió el joven, sacó agua de su garganta.

Era CHICHO, el asistente del cocinero, el muchacho de Mediná del Campo que por azares del destino se le había permitido poner pie en América, en la Bahía de Amatique, en las costa de esta bella tierra, el Reino de Goatemala.

No muy lejos de allí, cerca de la llamada Punta de Manabique, un grupo de pobladores procedía a rescatar de las aguas, los objetos producto del naufragio, entre ellos el Cristo Crucificado de Santo Domingo de Guzmán, el que era transportado en un tapezco hacia la aldea fundada por soldados españoles que cuidaban la entrada al mar.

Chicho se apersonó a la aldea, allí se habían refugiado varios de los monjes y uno que otro marino que también se había salvado; al cabo de algunos días planificaron la expedición dirigida a la recién fundada ciudad de Santiago de los Caballeros, con el fin de llevar la imagen del Cristo crucificado a su destino.



LAS VERAPACES

CHICHO, el joven de Mediná del Campo, acompañaba la expedición del Cristo, la que se transportaba a pie, tierra adentro, entre los parajes de la selva virgen de la localidad. La jornada era del todo dura y dificultosa ya que no existían ni veredas para transitar, su primer paso fue llegar a las márgenes de un gran lago, donde por su escasa alimentación, enfermedades y deficiente constitución física, murieron dos de los caminantes y dejaron desfallecido al joven cocinero. El resto continuó su marcha.

El que es afortunado, CHICHO, fue encontrado por tribus de Indios del Reino de Quiriguá, quienes le recogieron y le llevaron hasta su aldea; las características del color de su piel morena y sus ojos grandes y negros contrastaban con las características del conquistador, de piel blanca y ojos azules. Fue alimentado y cuidado por los indígenas, raza dedicada al cultivo de la tierra y artistas dedicados a la escultura de grandes monolitos.

Allí se desarrolló el joven, aprendió algunas de las costumbre, que le permitieron romper la barrera idiomáticas y comunicarse con los nativos, además procurarse alimentación, sustento y como sobrevivir en aquel inhóspito lugar.

Pasado el tiempo, en el cual había ya comprendido muchas de las cosas locales y habiendo recuperado totalmente sus fuerzas, se hizo de nuevo al camino en búsqueda de la recién  fundada capital del Reino y poder así incorporarse a su grupo.

Caminó por un sin número de lugares, verdes campos y parajes de belleza singular, así como frutas y flores exóticas, bellos pájaros que sobrevolavan por su camino.

 En un claro del bosque alcanzó a divisar una carreta, a su alrededor varias personas sentadas junto a una fogata, que cantaban y bailaban alegremente. Era un grupo de gitanos, aventureros venidos de Europa, en busca de tesoros, fama, fortuna y sobre todo Oro; adivinadores de profesión que viajaban por toda la comarca en caravanas circenses.

Chicho, quien se encontraba mal vestido a penas con un taparrabo a la usanza indígena, se fue acercando al grupo, quienes al verle venir, le salieron al encuentro con armas en la mano y le franquearon el paso.

-- Oye pelao, ¿ de donde tu vienes, con semejante facha ?, Responde que de aquí no pasas. ¿ Hablas castellano ?---

-- Que dicha --- contestó -- por fin alguien que habla el español, gracias a Dios, Mi nombre es CHICHO de Mediná del Campo, provincia de Sevilla.--

-- Ale paisano, que haces por estos lares por Dios con ese porte --

El joven les contó su historia y lo que había sucedido a su llegada al nuevo mundo.

Una joven mengala, que se encontraba en el grupo con bellos atuendos multicolores de grandes aretes y pañuelo amarrado en su cabeza, se le acercó, en medio de un contorneo, en el cual impulsaba con su pierna las enaguas por delante con mucho señorío, se posó delante del mozo y con una mano en la cintura le dijo:

-- Oye guapo, presta la mano, que te la leo, oye sangre morisca corre por tus venas y el color de tu piel encanta a las hembras.... presta que me has cautivado.--

La joven le tomó la mano derecha, la miró fijamente y le dijo:

-- Tu sabes que los gitanos hemos llegado a estas tierras ha echar las suertes y las artes de la adivinación, --- haciendo una pausa -- ¿ que cosa mas interesante se lee en las líneas de tu diestra ?, Suerte y larga vida tenéis por delante, por estos lugares crecerán tus descendientes, la fortuna y la bonanza les acompañará por siempre.......---

Toda una historia le fue relatada por la adivina, quien posteriormente se unió a CHICHO.

Conjuntamente con el grupo de gitanos el joven viajó hasta la ciudad de Carlos V, Las Verapaces, junto al pueblo Kekchí, donde sentó sus reales y creó la estirpe original. La unión vínculo sagrado de dos culturas y el mestizaje de los hombre de maíz, dieron origen al producto extraído del Popol Vuh y los ancestros Mayas y la fantasía exótica de las Mil y una noches. La nueva generación floreció en la Villa de San Cristóbal y del lago Petencito, fueron permanentes viajeros y grandes hombres del escenario de la vida.-

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