miércoles, 18 de mayo de 2011

8 ANAI DEL RIO

Los primeros rayos del sol hacían su aparición en el oriente, que levantaban el manto de penumbra que en su paso había dejado la noche, la que presurosa escapaba entre los acantilados. Los cantos matinales de las aves despertaban entonado la vida silvestre; y en las veredas se dejaban las gotas del rocío revoloteando con el viento que las empujaba hacia la verde hierba que se humedecía en todo su esplendor. Caminé un gran trecho por las veredas de mi tierra desde la madrugada, me interesaba estar para la salida del sol cerca del río, atravesé el campo y ascendí hasta lo alto de un peñasco, de donde podía observar el remanso de las aguas. Ese era el lugar, permanecí sentado, cubriéndome con una chamarra para mantener el calor de mi cuerpo, me quedé dormido por unos instantes, de pronto me pareció oír un canto que venía de la poza, la vi., si allí se encontraba, su cuerpo moreno que se dibujaba en el espejo de las aguas, la corriente se contorneaban alrededor de sus rodillas, y se escapaba por encima de sus atractivos muslos, el negro azabache de su pelo que se recostaba en sus hombros, le imprimía un contraste de tonos con lo radiante de la piel; con sus dos manos recogía pocos de agua para escurrirla sobre su hermosa figura; y a la vez entonaba cantos, que se perdían en la longitud del lecho de la fuente de las aguas.

Desde el lugar donde me encontraba le observé con gran atención la belleza de sus piernas, la exquisitez de sus caderas y la hermosura de su espalda que humedecida se realzaba al contacto de los rayos del sol; era toda una lindura, pasaba sus manos para desenredar sus cabellos y luego lo sacudía a manera de dejarlo suelto y que las gotas escurrieran por las curvaturas de su cuerpo.
-- ¡Hey, hermosa! -- grité
Ella volteó, y con sus grande ojos negros, me miró, como dos saetas se clavaron en mi, y el ensueño de su bello rostro me impresionó de tal manera que no se que me pasó, resbalé y fui a caer al fondo junto a la orilla de arroyo, perdiendo el conocimiento.
Desperté mas tarde, mi cuerpo como un costal de piedras se había acomodado en la humedad de la arena, dejando la huella de la caída; me incorporé, pero ella había desaparecido, la bella joven se había desvanecido en las entrañas del bosque, busque en todas direcciones, pero en vano, no le volví a ver, sin tratar de explicármelo mas que como una visión me puse en marcha de regreso.
-- Me duele hasta el último de los huesos -- comenté -- Oye papá, quien es esa bella mujer, que aparece en la poza del río.--
-- ¡hummm.......! -- respondió el viejo.
El era así, era poco lo que decía, se me quedó mirando y murmuró:
-- ¿Y vos que hacía en el río tan de mañana? --
-- Pues mire apa, a mi me contaron que cuando empieza el verano, en el remanso del río y por las mañanas se deja ver una muchacha muy hermosa bañarse desnuda y ni modo... curioso que es uno -- haciendo algunas gesticulaciones de dolor -- Allí fue donde me caí del peñasco... pero hum... valió la pena es una bella mujer --
-- Déjame decirte que cuentan una leyenda, desde el tiempo de los abuelos.....
Una joven doncella camina por los corredores de la hacienda, nerviosamente se detiene en pausas y se recuesta sobre los balcones de la entrada, su mirada perdida en el horizonte, como quien inquiere del infinito la presencia del ser amado; a lo lejos en el ápice de la colina, un caballo que trota aceleradamente hacia la vivienda. El jinete le agita la mano derecha en señal de presencia y felicidad.
-- Anaí, la dueña de mi felicidad, ven a mis brazos -- dice mientras desmonta de su corcel.
-- Mi bien amado David, esperaba con vivas ansias tu presencia, mi corazón ha dado un salto al verte aparecer a la distancia -- ella se lanzó a su encuentro, abrazándole y
besandole --
-- Este invierno ha sido largo, pero pronto he vuelto para tenerte entre mis brazos, sentirte junto a mi, es la recompensa -- Estás mas bella que nunca Anaí, --
-- Lo mismo pienso, ya no soporto esta soledad, tenerte lejos para mi es un martirio --
-- Ha llegado el momento de hablar con tu padre, --
Anaí y David una pareja de jóvenes que se amaban entrañablemente desde niños, pero el padre de la joven, un potentado criollo, jamás había aprobado su relación de su hija con un pobre campesino, por lo que se había dado a la tarea de hostigar y perseguirlo, a tal extremo que había logrado desterrarlo, y tenerlo lejos de su hija. El muchacho a pesar de su destino había logrado salir adelante y se había convertido en un floreciente agricultor, cuya fortuna, aunque pequeña, le daban la solvencia de creerse acreedor de pretender la mano de Anaí.
En este último viaje, David, dispuesto a todo, se dirigió hacia la casa de familia de la hacienda del padre de Anaí, con el fin de pedirla en matrimonio; la empresa era del todo difícil y además corría peligro su vida. El encuentro se dio pero a pesar de sus esfuerzos, la respuesta fue negativa, el hacendado no le dio ni la mas leve esperanza, al contrario le expulsó de sus dominios e hizo que a su hija la encerraran en uno de los graneros de finca.
David con la tristeza en su corazón, pero con el coraje herido se retiró, pero no se dio por vencido. Estaba resuelto a casarse con ella, a costa de cualquier cosa.
En la oscuridad de la noche y bajo el manto de las estrellas, una sombra deambula por los linderos del granero interrumpiendo el silencio; golpeando con el puño y empujando con el hombro, hace tambalear la puerta de la entrada:
-- Anaí, Anaí, estás allí --
No hubo respuesta, continuó golpeando, tratando que el madero cediera ante la fuerza de su empuje.
-- Anaí, responde, vengo por ti --
Adentro y sobre un volcán de paja, la joven adormitada, se incorpora, al escuchar el llamado.
-- ¿Quien anda allí?, ¿Eres tu David? --
-- Apresúrate, vengo por ti,... este es la oportunidad, recoge alguna de tus cosas y escápate conmigo --
-- Calla -- le dijo -- mi padre me custodia, y si alguno de sus hombres te encuentra aquí, corres peligro, tu cabeza tiene precio, papá ordenó que te mataran --
-- No pierdas tiempo, ayúdame con la puerta, no puedo dejarte aquí, no podría estar sin ti, debemos estar juntos --
Luego se dejo escuchar el cascoteo de los caballos, que en tropel rodeaban el edificio. La oscuridad permitió esconderse David, quien a través de una rendija le tomó la mano a la joven y le dijo:
-- Escucha bien lo que te voy a decir, nuestra oportunidad está dada, debes aprovecharla, que cuando salgan en mi persecución, dejarán de prestarte atención, debes entonces evadir la custodia de tu padre, escóndete en el bosque, hasta que amanezca luego busca la vereda que te lleva al río, en el remanso junto al peñasco, espérame, --
-- Vete, mi amor, corre, estaré esperándote en el lugar que me has dicho... vete, por favor --
Y fue larga la cacería y la persecución…..
.......Anaí es la joven del río, la bella mujer que aun espera a su amado y todas las mañanas canta y se baña e implora en el infinito la llegada de David.
-- Así finaliza el relato de la Leyenda de Anaí del Río --
-- Papá y ¿que le paso al muchacho? -- pregunté
-- En el camino hacia el cerro de la Virgen de Concepción, junto al nacimiento de agua, que da origina el río, existe una piedra que tiene forma de corazón, en ese lugar encontraron muerto al joven, cuentan que con su sangre escribió sobre la roca el nombre de Anaí........--




No hay comentarios:

Publicar un comentario