viernes, 20 de mayo de 2011

30. GAJES DE LA VIDA

 Todo daba vueltas a mi alrededor, un remolino de pensamientos asaltaba mi presencia, pasajes olvidados pasaron frente a mi como quien vive una historia sin fin, como una de esas películas de la antigüedad, en blanco y negro, sin sonido, como la cámara rápida que revela los secretos a una velocidad inimaginable, cuadro por cuadro y en una secuencia sin cronología que superpone evento tras evento de las malas y las buenas.

          Me encontraba en un lugar no familiar, como succionado por el vacío, sentía frío, me encontraba desnudo, deambulaba, caminando entre sombras, sin saber a donde, rumbo al vacío, paulatinamente me fui acercando hasta donde se encontraba una abertura, la salida de un túnel tal vez, una brillante luz que inundaba el espacio que proyectaba la sombra de mi cuerpo a mis  espaldas; realmente no sabía que hacía yo allí, el miedo a lo desconocido me estremecía, me hacía sentir incomodo, la soledad me inquietaba, el no sentir físicamente mi cuerpo que se bamboleaba en una marea de sorpresas. Mi cuerpo flotaba en el aire, sin peso, etéreo, traslucido como empujado por el soplo de la vida, los pies bailaban sin hacer contacto con el suelo, mientras que la luz, cada vez mas brillante, me cegaba, el portal a pesar de mi esfuerzo se alargaba, no queriendo ser alcanzado, el percibir que en lugar de acercarme me alejaba, dando vueltas sobre si mismo, esa luz que de pronto me atraía, como un pensamiento lejano, en búsqueda de una respuesta de algo sorpresivo.

          A lo lejos, en el espacio de la eternidad, principié a escuchar el eco de una voz que repetía incansablemente y con una nostalgia de preocupación los gritos femeninos que rezaban acongojadamente,  mi nombre.

---  Haroldo, Haroldo…..! –

--- Dios mío, responde…., RESPIRÁ ---

          Pero el sueño parecía pesado, algo me molestaba, el dolor de aquí, el del pecho, que lo sentía apretado, además de algo que me impedía halar el aire respirar…

--- Pumm…!,--- un golpe en la espalda, sentí que algo salió volando expulsado de mi garganta,  tosí fuertemente….

Ahh!, que alivio la satisfacción de poder halar aire y que delicia el poder llenar cuan anchos mis pulmones, algo retornó a mi cuerpo, me sentí confortable, en ese momento… abrí los ojos, me incorporé de golpe, allí estaba en casa, mi habitación,  mi cama; sudoroso, mas bien asustado, agitado, el corazón me latía, como redoblante, tan rápido, que parecía que se me iba a salir del pecho; me encontraba rodeado por los miembros de mi familia, mi esposa con lágrimas en los ojos y acurrucada a la par mía, me pasaba suavemente la mano sobre el pecho.

--- ¿Te pasó?. --- me dijo.

--- Me pasó qué. --- pregunté, mi memoria inmediata como que estaba borrada, o mi cerebro aún no respondía adecuadamente.

--- Que sustos nos has dado, pensé que ya no volvías… Te ahogaste…, y lo peor es que no sabíamos que hacer, nunca te había visto así, te pusiste morado y tardaste en respirar….. ¡Me vas a matar del susto!---

--- Que tal si del susto…---  a lo mejor pasé el umbral de la muerte, pensé, jamás de la vida había tenido esa sensación, ese desprendimiento del cuerpo con el alma, lo había experimentado cuando regresé a mi cuerpo. Aun me encuentro confundido, pero no fue para menos la falta de oxigeno en mi cerebro y tanto esfuerzo…… Pero ya estoy mejor he puesto en orden mis pensamiento y creo que el paso al mas allá es algo extraño.

Como los que cuentan otros que han tenido experiencias similares, que caminan en verdes praderas rodeadas de múltiples flores, que se mecen con el viento, junto a las espigas de trigo que asolean los campos y la presencia de una paz y tranquilidad que engrandece el alma.

Debe de ser interesante lograr ver mas allá, no se si por que no me tocaba o porque no me atreví ir mas allá, pero me encantaría ver el fondo de la luz que me antecedía en la salida del llamado túnel, cuantas cosas espectaculares, hermosas o emocionantes deje de percibir. O la presencia del Ser supremo, que reconforta el espíritu y alivia las penas no del cuerpo.

La etérea imagen del creador, que llega a tu encuentro, como para envolverte en su bondad, el del Buen pastor que recoge de los bordes del abismo a su oveja descarriada, que sabiduría entona en tan insignificante ser, que recibe la dulcificación del perdón, gratificante emoción la que se experimenta entre la tranquilidad divina y el bienestar de esta tierra.

Una fuente, de la cual brota en agua de la vida eterna,  rodeada de rosas de varios colores que engalanan la espectacular entrada a los cielos, con un San Pedro con el Libro de mi vida en mano, resolviendo las operaciones matemáticas del debe y el haber de mi actuar terreno, que sentenciaba el poder o no entrar a tan majestuoso recinto. En la cúspide del pináculo, como sacado dentro de las nubes se observaba  el Maestro, rodeado de millares de ángeles, encaminados en el trono celestial, con sus manos prodigando bendiciones a mas no poder.

          Pero había regresado, a los achaques de esta vejez, a los problemas de esta vida, a esos sinsabores de esta instancia, de economías de consumo, violencia incontrolable y de temor a lo peor.

          Bien no estaría mejor en el otro lado, tal vez no!, la presencia de los que me rodean, la Vieja, los tres nietos, los hijos y aún la madre, bien vale la pena, pasar estas penalidades, Y cuando me toque, bueno que me toque, de una sola vez, Dios dirá y dispondrá, pero mientras ese momento llega, sigamos CON LOS GAJES DE LA VIDA.














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